Cuando hablamos de salud o bienestar emocional nos referimos al estado de ánimo en el cual nos sentimos bien, tranquilos, percibimos que dominamos nuestras emociones y somos capaces de hacer frente a las presiones del día a día. No hacerlo nos provoca stress, depresión, ansiedad, insomnio, irritabilidad y se afecta nuestra salud cardiovascular. Se estima que 450 millones de personas van a padecer algún trastorno emocional o de comportamiento en algún momento de su vida

El estrés se produce, en menor y mayor medida, según la intensidad de un estímulo exterior y la capacidad individual de respuesta ante él. Todo ello dificulta su control como factor de riesgo cardiovascular, ya que depende del individuo el adaptarse a esa situación que le está afectando y cómo la enfrente.

Un amplio metaanálisis asocia la depresión con un aumento del 60% de la posibilidad de presentar enfermedades cardiacas Los pacientes con depresión diagnosticada durante un síndrome coronario agudo muestran peor evolución y más eventos cardiacos durante el seguimiento que aquellos sin depresión. La American Heart Association recomienda que la depresión sea reconocida como factor de riesgo del mismo modo que la dislipemia, diabetes, hipertensión, obesidad abdominal y tabaquismo.

Una buena salud emocional influye  de manera directa sobre algunos procesos biológicos: mejor funcionamiento del sistema inmune, reducción de los niveles de lípidos en sangre, reducción de la variabilidad de la frecuencia cardiaca y otros aspectos del funcionamiento del sistema nervioso autónomo y, por ende, se disminuye el riesgo cardiovascular, se reducen a un 50% las posibilidades de tener un infarto de miocardio, se mejora la evolución en casos de eventos cardiovasculares y es menor probabilidad de tener una recaída.